segunda-feira, 23 de novembro de 2009

CORRUPCIÓN Y COBARDÍA. ¿CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE ELLAS?

La cobardía es la degeneración de la prudencia, que lleva a la anulación del valor y a la incapacidad de enfrentar consecuencias. Es vista con desprecio en la mayoría de las culturas, mientras se intenta recompensar el valor. La palabra viene del francés couardise, que sería la combinación de la palabra cola y un sufijo, cuyo significado podría definirse como alguien que tiene cola, en alusión al hábito del perro de poner su cola entre sus piernas cuando está asustado, que era utilizada con frecuencia por los caballeros franceses en batalla.
La corrupción es el mal uso del poder para conseguir ventajas ilegítimas, secretas y privadas, cuyas formas más comunes son: uso ilegítimo de información privilegiada, tráfico de influencias, patrocinio, sobornos, extorsiones, influencias, fraudes, mal-versación, prevaricación, caciquismo, compadrazgo, cooptación, nepotismo, impunidad, etc. La corrupción facilita a menudo otros crimines y no es sólo responsabilidad del sector oficial, sino que tiene mucho que ver con el com-portamiento del sector privado en conjunto con los sistemas políticos. Ella es una realidad mundial, su nivel de tolerancia evidencia la madurez política de un país. Según la última clasificación mundial, Nueva Zelanda es el país más transparente (nota 9.3 en una escala máxima de 10.0), siendo Somalia el más corrupto (nota 1.0). Panamá tiene una nota 3.4 y ocupa la posición número 85, dentro de 180 países considerados.
Corrupción y cobardía. ¿Cuál es la relación entre ellas? Para explicarla, citaré noticias que he presenciado en la televisión. Por ejemplo, un terremoto en la Ciudad de México reveló que la gran mayoría de los edificios caídos en esa catástrofe eran públicos. Recientemente, la noticia del desvío de recursos en la construcción de una escuela municipal en Brasil, mostraba defectos en un edifico que podría caer, en cualquier momento, encima de los niños del jardín de infancia. El año pasado, al visitar mis padres en Panamá, la noticia da muerte de un niño indígena víctima de parásitos es algo difícil de creer en pleno siglo 21. En otras ocasiones, observé noticias de ríos o mares contaminados en varias partes del mundo, donde los culpados inmediatos no aparecen. Son todas noticias chocantes que muestran que la corrupción provoca daños y muertes, en actos que clasifico como cobardes.
Como una moneda, la corrupción presenta dos caras: una es la opulencia de los corruptos, y, otra, es el abandono de la niñez y de la naturaleza. Como todo cobarde, el corrupto piensa que es inmune, tiene certeza de la impunidad y de que no existirán consecuencias de sus actos ilícitos. La sociedad no tiene la agilidad de cobrar su conducta, pues los sistemas judiciales, generalmente, participan del ciclo de la corrupción. El recibo a la corrupción no es dado inmediatamente, la respuesta tardía de una niñez que no supimos cuidar y de una naturaleza que maltratamos se traduce en el aumento de la criminalidad, los secuestros, las enfermedades respiratorias en las grandes ciudades, los casos de cáncer de piel, las temperaturas ambientales, del nivel de los mares, la contaminación de las aguas de ríos y mares, etc. Así, la corrupción continua paseando de forma tranquila en el capitalismo salvaje del actual mundo, y, nosotros, como sociedad civil, estamos impotentes en la tentativa de colocarle límites y controles a ese galope.